miércoles, 28 de septiembre de 2011

Hay una revuelta

Hay una revuelta en marcha
contra mis fantasmas.
Las armas están afiladas.
¿Y si perecemos ellos y yo mismo
en la acometida?
Los sueños callan. El cuerpo pesa.

martes, 27 de septiembre de 2011

lunes, 26 de septiembre de 2011

Soñé que el viento

Soñé que el viento
traía el rumor de los últimos peregrinos
de la Tierra.
Que todos llegaban hasta aquí
empujados por la vanidad de las verdades.
Y que yo huía.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Y en cada montoncito


Y en cada montoncito de arena con que juego
pasando de una mano  a otra
hasta que se pierde por las juntas de mis dedos,
y en cada mota
de polvo seco que penetra mis pulmones
tornándome más piedra,
hay algo de mí que se resiste a cambiar de sustancia.
A convertirme en estatua
irrelevante
expuesta a la ruina y al desaire.

lunes, 19 de septiembre de 2011

La zona más oscura

La zona más oscura de la noche
ha entrado en mí
y hago como que la desconozco.
Se asoma al brocal de mis sentimientos
dispuesta a devorar los últimos restos de inocencia
que permanecen como huellas fósiles.
Rastros que no se resignan a ser borrados
aunque no sirvan ya para encontrar caminos de regreso.
Aquí estoy, plantado en algún lugar
cuya indefinición me agobia.
Agua y arena
juegan alternativamente a agitar el reloj invisible.
Para qué escuchar las horas
de esta parálisis.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Y este anuncio prematuro

Y este anuncio prematuro de luces tibias,
la piel que se encoge y un falso olor
a heno que no proviene de ninguna parte,
¿a son de qué hacen su presencia,
dividiendo simétricamente mi instinto de náufrago?

El viento ha herido mi nuca como no lo hacía
desde el tiempo último del amor.
Como  un mal presagio.

domingo, 11 de septiembre de 2011

En los septiembres tardíos



En los septiembres tardíos de mi pubertad llovía.
Llovía con compás prematuro de otoño
y era un paréntesis.
Olía a tierra incrustada que salía a superficie
en forma mineral
ungida por los ríos secretos e invisibles.
Tierra y cuerpo, nacientes los dos de análoga materia,
se cruzaban olfateándose mutuamente.
La piel picaba y a cada latigazo
de sangre contenida
tenía lugar una expectación creciente de temores.
Y sin embargo, la paz. Era el paréntesis, ya digo.
Luego vino lo que tenía que venir
imparable y agitado, tejiendo y destejiendo
los hilos de la urdimbre y de los años.
¿Quién iba a pensar durante aquellas tardes de fecundidad baldía
que tras una larga y anónima marcha
acabaría encontrándome tirado en este despoblado?



viernes, 9 de septiembre de 2011

Voy aprendiendo



Voy aprendiendo dónde están,
supuestamente, los puntos cardinales
por aquella exhibición de las estrellas más brillantes
y debido a ciertos vientos de los que me protejo.
Mi duda: ¿no me los estaré inventando?
¿No estaré poniendo patas arriba el firmamento?
Al fin y al cabo los hombres lo hicieron desde los primeros tiempos
para emprender con fortuna sus caminatas y navegaciones.
No busco cada uno de los vértices de la rosa de los vientos.
Me basta encontrar solamente uno.
Aquel que posee un aroma y una calidez inalterables.
El que debe salvarme del olvido de mí mismo.


miércoles, 7 de septiembre de 2011

Salvo del desierto



Salvo del desierto
que haya hecho innecesario el rígido manual de uso
que se aplicaba en la civilización.
Eso y poco más.
La bondad del atardecer anhelado,
ciertas visiones de las estrellas del cielo,
algunos espejismos, sólo algunos:
aquellos que simulan olvidados paisajes de la infancia
o la emersión de una ciudad pujante,
a la que no llegaré jamás.
También salvo los sueños.
Todo el tiempo infinito para los sueños
más inconcebibles. Asumiendo el riesgo
de que sin distinguirse demasiado de ellos
merodeen los deseos más virulentos
que destrozan al hombre.
Y salvo, por último, al reptil,
del que tomo prestada su piel,
la única piel que puede protegerme
de mi amarga descomposición.



martes, 6 de septiembre de 2011

Envuelto en una sábana



Envuelto en una sábana
me hago el muerto y sudo
(es un viejo juego que no tengo por qué explicar a nadie)

Ya sé que esa imagen parece lo que no es.
Si no me muevo soy aquello que nunca
llegaré a ver porque en ese instante estaré sin vista.
Sin mirada y sin gusto y sin tacto
y sin latidos, aunque durante un tramo éstos
seguirán trotando hacia un punto cardinal
con olor a la hembra ausente.
Lo que me desconcierta
no es este teatro de montar una reproducción falsa de mí mismo
y de mi fin. Sino pensar que,
si me faltan un día las propiedades imprescindibles,
porque la naturaleza haya decidido que no las tenga ya más,
¿quién va a tocar el fondo de la tierra
y encontrar el hontanar fluyente
si no es mi mano
que huirá ansiosa de la muerte?


jueves, 1 de septiembre de 2011

Podría escarbar la tierra

Podría escarbar la tierra
y construir con la incisión de mis manos
el cuerpo de una mujer.
Pero el cansancio acabaría derribándome
y durante el sueño
llegaría el desierto como llega siempre,
a tropel e insolente,
para poseer mi obra.
Tendría que volver a empezar.