Poeta mío, para qué proponernos
ser felices, dijiste,
para qué trazar planes y aprisionarnos
entre los objetos
si los colores palidecen
y las palabras se desgastan
en el turbio transcurso de los días.
Luego, callaste.
Te pusiste a entintar con los volúmenes
y vanos de tu carne
obscenos signos sobre mi piel
enmudecida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario