miércoles, 9 de septiembre de 2015
El desierto
Si emerges o te hundes
no lo sabes.
Es un paisaje sin direcciones
ni meta ni refugios a tu alcance.
En este ámbito los lenguajes han extraviado
sus puntos cardinales.
Estás sin brújula
y vuelves a ser un primitivo
que se guía por el sol y por los vientos.
No adviertes con claridad por dónde pisas:
acaso tu tierra sea la memoria
o sólo deambules indolente
la propuesta de los días.
Aquí apenas eres algo
aunque parezca que lo fueras todo:
mero hijo de la desmesura de la tierra.
Su desgaste te alcanzará
y mudarás con ella
hacia tu propia disolución vertiginosa.
Para sobrevivir practicas un oscuro diálogo
con astros a los que no entiendes.
Te expandes cuando te agita
la oleada polvorienta
que envuelve a cuanto cuerpo habita
este suelo petrificado y arcaico.
Muchos llegaron antes
a tan inhóspito lugar.
No te hablan ni tú los ves.
No hay en tu mirada suficiente agudeza
para distinguir cuantos valles y páramos
fueron engullidos por hendiduras invisibles.
No es el confín ni la muerte. Aún no.
Tampoco la pérdida más hiriente
que jamás hayas padecido. Es el silencio
inapreciable y coloquial
de la soledad en la que un día arraigaste.
No digas ahora que quieres irte. No podrás.
Pues tú mismo eres el desierto.
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"Si emerges o te hundes/ no lo sabes". Quanta raó. No sabem a quin èxit o quin fracàs ens duran les nostres accions en cada moment.
ResponderEliminarAsí es, así es, desde el primer días hasta el último. Aunque supongo que a partir de determinada edad empiezas a percibir aquella expresión agraria profunda: "ya tengo toda la cebada vendida". Hacerse al desierto y habitarlo, no obstante. Gracias.
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