martes, 24 de mayo de 2011

La primera piedra que toqué

La primera piedra que toqué
la encontré cálida.
No quise soltarla. La metí
en una cajita y la nombré amuleto.
Por el día la llevaba a todas partes de manera
secreta.
Mucho después llegaron más reliquias;
detrás de ellas había otros tactos,
las primeras sonrisas de las niñas
y el trueque con los chicos de la escuela.
Pero nada disponía de la misma fuerza
que mi primera piedra.
En ella veía las raíces del mundo.

sábado, 21 de mayo de 2011

Escribe como si expeliera

Escribe como si expeliera
todo el aire enrarecido del mundo.
Escribe
para evitar que las palabras se pudran
entre los divertículos del hastío.

jueves, 19 de mayo de 2011

Creciste bajo una higuera


Creciste bajo una higuera
cuyo ramaje te ocultaba de las voces.
Imperiosas obligaciones
que hablaban de acatar y someterse.

La vieja y frondosa higuera.
Estancia calma donde nadie advertía
de tu existencia huidiza,
donde a nadie se le ocurría buscarte.
Mientras, hacían clamor con tu nombre
que salpicaba el cristal sonoro del arroyo.

Aquellas lentas y también necias tardes
del estío.


domingo, 15 de mayo de 2011

No has de saber

No has de saber si el tiempo
procede de otro tiempo o todo nace
de una rueca
donde los días se han hecho lentamente
con los delgados hilos de la suerte:
urdieron un hombre que seguía a otro anterior
y no era el último;
el último, tampoco sabes quién, se perdía a su vez
camino de la última llamada:
la que resuena sobre tus sienes venosas
transparentes
que sientes afiladas.

martes, 10 de mayo de 2011

Corría tanto viento

Corría tanto viento entre tu pecho
y el abismo
que extendiste los brazos
contuviste la respiración
y con los pies en punta sobre la linde
del basalto
invocaste la complicidad de los seres del cielo.
En ese instante el aire se detuvo
y un toque de trompeta severo
e imperioso
atravesó el campo de batalla
indicando retirada.

domingo, 1 de mayo de 2011

Y esta fuerza secreta


Y esta fuerza secreta
que sujeta mi convulso ser
a tu existencia.
Y este brío inextinguible
que no cesa de clamar
y reclamar
a la mujer sentada en esa orilla.
Oh, tú, flecha en vuelo,
no te detengas;
hiéreme un día y otro y pulsa
la llaga abierta
de mi descuartizamiento.