Y esta fuerza secreta
que sujeta mi convulso ser
a tu existencia.
Y este brío inextinguible
que no cesa de clamar
y reclamar
a la mujer sentada en esa orilla.
Oh, tú, flecha en vuelo,
no te detengas;
hiéreme un día y otro y pulsa
la llaga abierta
de mi descuartizamiento.
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