Corría tanto viento entre tu pecho
y el abismo
que extendiste los brazos
contuviste la respiración
y con los pies en punta sobre la linde
del basalto
invocaste la complicidad de los seres del cielo.
En ese instante el aire se detuvo
y un toque de trompeta severo
e imperioso
atravesó el campo de batalla
indicando retirada.
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