Y en cada montoncito de arena con que juego
pasando de una mano a otra
hasta que se pierde por las juntas de mis dedos,
y en cada mota
de polvo seco que penetra mis pulmones
tornándome más piedra,
hay algo de mí que se resiste a cambiar de sustancia.
A convertirme en estatua
irrelevante
expuesta a la ruina y al desaire.
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