En los septiembres tardíos de mi pubertad llovía.
Llovía con compás prematuro de otoño
y era un paréntesis.
Olía a tierra incrustada que salía a superficie
en forma mineral
ungida por los ríos secretos e invisibles.
Tierra y cuerpo, nacientes los dos de análoga materia,
se cruzaban olfateándose mutuamente.
La piel picaba y a cada latigazo
de sangre contenida
tenía lugar una expectación creciente de temores.
Y sin embargo, la paz. Era el paréntesis, ya digo.
Luego vino lo que tenía que venir
imparable y agitado, tejiendo y destejiendo
los hilos de la urdimbre y de los años.
¿Quién iba a pensar durante aquellas tardes de fecundidad baldía
que tras una larga y anónima marcha
acabaría encontrándome tirado en este despoblado?
Septiembre huele a tierra, a hoja teñida, a zapatos nuevos, y a goma de borrar... un placer llegar hasta aquí, un saludo.
ResponderEliminarBuenos textos, un blog muy limpio y depurado. Felicitaciones.
ResponderEliminarLaiseca. Septiembre huele a nuestros recuerdos, ¿verdad? Está bien que hayas llegado hasta aquí.
ResponderEliminarSaludo.
Poemas.Muchas gracias por tus amables observaciones.
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