Los signos en la arena,
tan efímeros: unas ráfagas de aire bastan
para desbaratar sus intenciones
burlándose del eterno aprendiz.
Vuelta a empezar, pero ¿acaso las palabras inscritas
en los mármoles de Roma con letras de bronce
no fueron también perecederas?
Retomo mi abecedario de polvo
y de cenizas,
pues sé que cuando sus caracteres vuelen
llevarán consigo el rastro de mis dedos.
Que maravillosos y ludicos tus versos, me han encantado, un abrazo desde Chile,
ResponderEliminarMe alegro, Carmen. Buscan una esperanza, no sé si imposible.
ResponderEliminarUn buen poema, sobre todo el final: "llevarán consigo el rastro de mis dedos", no todo estará perdido entonces.
ResponderEliminarun abrazo.
Mariola. La tinta que manchó nuestros dedos en la infancia -yo aprendí a escribir con métodos y soportes rudimentarios, ya sabes, palilleros y tintero- es indeleble. Traces lo que traces en esta vida te señala el camino. Sólo uno mismo sabe. Por eso mismo, tienes razón: nada está perdido.
ResponderEliminarMuchas gracias.